El Mercurio, 25 de enero de 2019.
Cristóbal Porzio: “…no puede darnos lo mismo. Seguiremos perdiendo batallas, no por falta de argumentos, sino por carecer de convicción nacional, lo que mezclado a la siutiquería a la hora de tomar un aperitivo e indolencia a la hora de defender nuestros derechos, nos dejará sin pan ni pedazo ni pisco…”.
Hace dos años en esta columna escribí el artículo titulado “Ojo al charqui: el pisco nació en Chile”. Recién terminaba de leer el excelente libro de Pablo Lacoste (historiador argentino) “El pisco nació en Chile”, y me había encontrado por esos mismos días, en el Paseo Ahumada, con un cartel grande, rojo y toreador que decía “#PISCOISPERUVIAN”. Ello gatilló esa columna.
En enero, cuando muchas noticias se centran en los lugares de veraneo y recuentos del 2018, explotó una bomba mediática que afectó a muchos productores de uva y de pisco y, por lo tanto, a toda una región de Chile, pero que además debiera sacudir a todo chileno con un mínimo sentido de patriotismo. En efecto, “el pasado 20 de diciembre se recibió la orden judicial del Consejo de Apelaciones de la Propiedad Intelectual de la República de la India, mediante la cual se reconocen los derechos exclusivos del Perú sobre el pisco como indicación geográfica en ese país”.
Sin embargo, nuestras autoridades gremiales y políticas parecen no haberle dado importancia. Esta aparente indolencia o “bajada de perfil” a un tema grave, me recordó la poca importancia que tantos le dieron en Chile a “unos metros más o menos” al conocerse el fallo de Laguna del Desierto (1994-1995). Ahora, entrando a materia alimentaria, el gerente de una sociedad quesera francesa me comentó que “el grupo empujaba sus fuerzas de venta hacia India”. Con una franqueza de la que todavía me avergüenzo, le pregunté ¿por qué India, si las vacas, animal sagrado, no se pueden tocar ni para lecharlas y la población bajo el límite de la subsistencia es brutal? Me contestó con simpleza y la fuerza implacable de las matemáticas: “el mercado de Chile para nuestros productos es de unas doscientas mil personas, mientras que el de la India tiene un potencial de cien millones de personas… pese a las vacas sagradas y a la pobreza”.
Y qué relación tienen las vacas, Laguna del Desierto, el pisco, la India y Perú en toda esta historia. La relación es tristemente muy grande. Chile parte las vacaciones de verano bajándole el perfil a todo lo que pudiera complicarnos la vida. En los restaurantes, nos siguen ofreciendo “un pisquito peruano, señor”. Mientras, nuestras autoridades comentan con total soltura que la decisión adoptada en la India no es tan grave, pese a ser la sentencia de un juicio de años y que afectará a Chile y a la industria pisquera nacional…
Sin olvidar que este delicado asunto repite lo ocurrido hace poco en Tailandia, Colombia, Australia, California, Argentina y Centroamérica, sumando nuevos territorios en los que Perú, de manera sigilosa y con una planificación al más alto nivel, ha dado batallas en las que los chilenos nos hemos apenas defendido.
Nuestros títulos históricos y jurídicos son imbatibles, el número de familias chilenas que vive de una producción muy pequeña y centenaria, que se agrupa en cooperativas para producir el mejor pisco, es de gran relevancia y fuente de riqueza y progreso innegables. ¡El pisco es patrimonio nacional! Pese a ello, algunas autoridades (casi todas) y varios empresarios nacionales (no cooperados) no han querido enfrentarse a esta realidad y siguen considerando que “no es tan grave” o que “da lo mismo”, si total “nadie toma pisco fuera de Chile y de Perú”. Otros, incluso, han sostenido en privado que lo importante es vender litros, de aquí o del norte (país vecino).
México llenó el mundo de un licor de agave o cactus pudiendo uno “tomar una margarita” en cualquier país del mundo sin importar cómo se pronuncie. Lo mismo logró Brasil con su licor de caña transformado en caipirinha . Con nuestro pisco, los chilenos no hemos conseguido aunar fuerzas, no solo para enfrentar al país del norte, que no ha escatimado en artes y mañas de toda índole para apropiarse de lo que no le pertenece o que, al menos, debiera necesariamente, por razones históricas y jurídicas, compartir con Chile. Tampoco hemos podido entender que la chilenidad no es solo las Torres del Paine, Isla de Pascua y San Pedro de Atacama, sino también el pisco chileno, que se puede tomar en Chile y que debiera poder tomarse en cualquier bar o restaurante del mundo donde se ofrece la caipirinha o la margarita.
“Perder la India” no puede darnos lo mismo. Así, seguiremos perdiendo batallas, no por falta de argumentos, sino por carecer de convicción nacional, lo que mezclado a la siutiquería nacional a la hora de tomar un aperitivo e indolencia nacional a la hora de defender nuestros derechos -¡sí, derechos y no simplemente intereses!- nos dejará sin pan ni pedazo ni pisco. Una vez más, es hora de despertar.
Cristóbal Porzio
Abogado